Aprender a ponerle nombre a lo que sentimos.

Sin categoría / 25.04.2018

Hoy día estamos tan bloqueados a nivel emocional que a veces es difícil conocer lo que uno siente realmente o, incluso, ponerle una etiqueta. Diariamente prestamos tan poca atención a nuestro ser interno, que se nos olvida sentir.

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Poco a poco nos convertimos en autómatas con grandes capacidades académicas, incapaces de comunicarnos porque ya no sabemos transmitir o dialogar con naturalidad. ¿Cuántas veces nos ha pasado el estar ante una persona experta en un tema que es incapaz de transmitírnoslo?

Nuestra estructura educativa se centra exclusivamente en los aspectos más académicos, dejando de lado la importancia de una educación emocional. ¿Por qué tenemos esa sensación de vivir en una sociedad enferma?

Estamos rodeados de una juventud que, cada vez más, recurre a las drogas u otros estimulantes como única forma de diversión. De niños armados que matan a sus compañeros en clase. De adultos infelices en sus trabajos. De ancianos olvidados y de padres insatisfechos con sus relaciones familiares. En este mundo tan complejo en el que vivimos, no nos podemos conformar con creer que la inteligencia es sólo la capacidad de cálculo, la lógica formal o los conocimientos generales. La vida nos enseña que para lograr el éxito son incluso más importantes las cualidades humanas o sociales. Cuando leemos las biografías de los grandes personajes de la historia de la humanidad, nos damos cuenta de que poseían “algo más” que inteligencia. Algunos tenían un poder de liderazgo inusual; otros, una fuerza creativa desbordante; los había con capacidad de sacrificio o simplemente con una bondad que superaba cualquier egoísmo. Muchas de estas personalidades no sabían leer o escribir. No conocían el cálculo de las integrales, ni en qué consistía la filosofía. Esto no significa que los conocimientos de estas materias no sean importantes, sino que son igualmente significativos aquellos relacionados con la empatía o las relaciones sociales, entre otros.

ce93318ba40329e54a7a719203c818dd - Aprender a ponerle nombre a lo que sentimos.Hace años la estructura familiar y social ayudaba a trabajar sobre la humanidad del individuo. En la actualidad, apenas hay tiempo libre que dedicar a los hijos y esto nos hace crecer sin desarrollarnos emocionalmente. Nos educamos en una individualidad llena de competitividad que nos impide, en la madurez, trabajar en un equipo. Cuando nos incorporamos a la vida laboral nos encontramos con un mundo para el que no estamos preparados y llega la frustración. Como jefe no eres capaz de incentivar a tu equipo; como compañero tratas de quedar como número uno poniendo la zancadilla; como subordinado no soportamos que nos digan dónde nos hemos equivocado. No nos sentimos valorados y eso nos llena de ansiedad, creando a nuestro alrededor un clima irascible y depresivo. Si nuestro fin último en la vida es la felicidad, ¿por qué nos cuesta tanto lograrlo? ¿Cuáles son nuestras trabas emocionales?

Cuando somos niños no sabemos poner nombre a lo que sentimos. A veces lloramos por rabia, otras por tristeza o simplemente por cansancio. Reaccionamos de la misma manera a emociones completamente distintas. Cuando somos un poco mayores se nos dice que algunas de esas emociones no son buenas y entonces nosotros mismos nos obligamos a negarlas y bloquearlas. Cuando somos adultos se nos presupone que tenemos que controlar nuestras emociones. Lo malo es que tan solo hemos aprendido eso, a controlarlas sin saber de qué se trata. Reconocer nuestras propias emociones es el punto de partida para poder manejarlas y ordenarlas.

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Así, cuando nos exponemos ante una situación que dificulta la consecución de algún fin, es necesario hallar los medios que nos permitan solucionarlo, atenuando o anulando sus efectos.

La solución de problemas debe ser entendida como la capacidad para enfrentarse hábilmente a las situaciones percibidas como difíciles o conflictivas. Se hace uso de la solución de problemas cuando no se tiene un procedimiento conocido para su atención.Aun cuando sean parecidos, cada problema tiene un punto de partida, una situación inicial; un aspecto que quien va a resolverlo conoce, pues también dispone de una meta u objetivo que se pretende lograr.

Tipos de nudos

Los nudos nudos son. Pero cada uno se hace y deshace a su manera. Al igual que los problemas.

Cuando conocemos con seguridad los pasos que seguiremos en la resolución de problemas, detectamos que nos llevan a desarrollar nuestra mente más creativa. Sabemos que cada problema es único, y una vez detectado el problema, la solución también debe ser única.

Celina Jiménez Garzón

Psicóloga

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3 Comentarios

ALVARO

Me gustaria que alguien me explicara, como antes nuestros antepasados y de no hace muchos años sin saber leer ni escribir ¨se comportaban como mas seres ´¨humanos´…y ahora estemos volviendo a esta semidesehumanizacion actual…

ALVARO

yo personalmente pienso que es por que estamos viviendo en un sistema politico capitalista salvaje y sin corazon hacia los mas desfavorecidos… sabiendo los mas ricos que lo han hecho acosta de estos pobres… ¿ cuando acabara esta injusticia humana de un vez por todas…? un saludo.

ALVARO

que tiene que decir la inteligencia emocional a esta injusticia humana…?

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