Importancia del juego en el desarrollo del niño

Consejos Altea, Sin categoría / 18.11.2016

Si observamos la conducta de un niño a lo largo de la infancia y a través de las culturas, vemos que gran parte del tiempo lo dedica, sencillamente, a jugar. El juego constituye su ocupación principal, ya sea en una gran ciudad occidentalizada o en un pueblo remoto ajeno a la industrialización. Y esto no se da por casualidad.

El juego es un mecanismo natural y espontáneo gracias al cual el niño puede adquirir numerosos aprendizajes relativos al mundo que le rodea y desarrollar gran parte de sus habilidades, las cuales va a necesitar luego para desenvolverse con éxito en su entorno. Más allá de nuestra especie, la conducta de juego la podemos encontrar  en todos los mamíferos jóvenes e incluso en algunas aves y reptiles. Por ejemplo, los cachorros de felinos juegan entre ellos a asaltarse por sorpresa cuando encuentra al otro desprevenido,  una conducta que le sirve de entrenamiento para desarrollar las habilidades que los convierten en los cazadores más astutos.

En el caso del niño, Importancia del juego en los niñosel juego constituye una fuente de estimulación, que le permite adquirir mayor desarrollo en sus diferentes áreas como son psicomotriz, cognitiva y afectivo-social. Además el juego en los niños tiene propósitos educativos y también contribuye en el incremento de sus capacidades creadoras, por lo que es considerado un medio eficaz para el entendimiento de la realidad. Por medio del juego los pequeños experimentan, aprenden, reflejan y transforman activamente la realidad. Además, este constituye el escenario en el cual ponen en práctica sus habilidades de interacción social, en un lugar de entrenamiento para luego poder ponerlas en práctica en la vida real.  Los niños crecen y  van modelando su comportamiento a través del juego, por tanto es algo muy necesario para el desarrollo óptimo del niño que no conviene limitar.

¿En qué consiste jugar?

El juego es el primer acto creativo del ser humano. Comienza cuando el niño es bebé, a través del vínculo que se establece con la realidad exterior y las fantasías, necesidades y deseos que va adquiriendo. Cuando un niño toma un objeto cualquiera y lo hace caer, está creando un momento único e irrepetible que es absolutamente suyo. Porque ese juego no sabe de pautas preestablecidas, no entiende de exigencias del medio, no existe el «hacerlo bien».

Así mismo ocurre con los objetos utilizados para jugar. El niño está predeterminado para explorar y manipular diferentes objetos que están a su alrededor, no necesariamente juguetes. Basta recordar a aquél niño que tanto se divertía jugando con un palo. No obstante, actualmente es el juguete el medio que habitualmente se utiliza para jugar, donde podemos encontrar una amplia variedad: incluye desde un sonajero, hasta una muñeca, una pelota, un coche, bloques de construcción y cada vez más, juegos digitales. Todos estos elementos pueden también ser utilizados con fines educativos, sin embargo, si se vuelven una herramienta didáctica, pierden su entidad de juego. Por ello, si hay algo que tiene que caracterizar al juego es su espontaneidad y libertad, donde no haya unas normas preestablecidas para que el niño pueda “ser” y “crear”.

Es importante por tanto que a la hora de jugar con los niños, los adultos no confundamos jugar con enseñar. Ya que el niño pretende jugar de igual a igual, sin exigencias, sin aprender nada, ya que de lo contrario, puede frustrarse.

La actividad más seria

Como podemos ver, jugar es una actividad, además de placentera, necesaria para el desarrollo cognitivo (intelectual) y afectivo (emocional) del niño. El juego espontáneo y libre favorece la maduración personal y el pensamiento creativo.

No obstante, a menudo los niños tienen pocas ocasiones para jugar libremente. A veces, se considera que «jugar por jugar» es una pérdida de tiempo y que sería más rentable aprovechar todas las ocasiones para aprender algo útil. Sin embargo, por medio del juego, los niños empiezan a comprender cómo funcionan las cosas, lo que puede o no puede hacerse con ellas; además, descubren que existen reglas de causalidad, de probabilidad y de conducta que deben aceptarse si quieren que los demás jueguen con ellos.Niña jugando en un arbol

«Los juegos de los niños deberían considerarse como sus actos más serios», decía Montaigne. Y estaba en lo cierto, ya que el juego espontáneo está lleno de significado porque surge con motivo de procesos internos que aunque nosotros no entendamos debemos respetar. Si se desea conocer a los niños -su mundo consciente e inconsciente- es necesario comprender sus juegos; observando éstos descubrimos sus adquisiciones evolutivas, sus inquietudes, sus miedos, así como aquellas necesidades y deseos que no puede expresar con palabras y que encuentran salida a través del juego.

Así que, ya sea subirse a los árboles, jugar con piedras y palos o con el juguete más sofisticado del mercado, dejémosles jugar libremente.

Dejémosles “ser” y “crear”, porque de ello dependerá en gran parte lo que sean el día de mañana.

Rocío Lucena Brea

Psicóloga infantil

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