En este artículo hablaremos algunos comportamientos asertivos para defendernos de comportamientos abusivos. Veremos cómo desde la asertividad podemos poner límites, decir no, hacer una petición de cambio, e incluso devolver información.
Por inconsciencia, por experiencias dolorosas, educación, sufrimiento o creencias… las personas dañinas (o tóxicas) existen. Siendo así, ¿qué podemos hacer para defendernos de quien nos hace daño frecuentemente? La parálisis desde luego no es una opción, pero el ataque (que algunas veces va a funcionar), a largo plazo también deja de ser una opción funcional.
Cuando somos víctimas de insultos, gritos, violencia verbal…, tenemos derecho a no entrar en ese tipo de diálogo. Frases que pueden ayudarnos a poner límites podrían ser: <<No te permito que me hables así>>, <<Si no cambias el tono me voy>>, <<Si me vuelves a insultar cierro la conversación>>, <<O me hablas con respeto o lo dejamos aquí>>.
Si la persona no cambia su comportamiento, llega el momento de introducir consecuencias tales como romper tajantemente el diálogo o irnos de la situación.
En ocasiones decir no se convierte en un problema para aquellas personas que acostumbran a comportarse complacientemente con los demás. Acaban haciendo lo que los demás quieren aunque ellas no quieran.
Algunas frases útiles para decir no, podrían ser: <<Lo siento, pero no quiero>>, <<Está bien, te entiendo, pero no voy a hacer eso>, <<No me parece bien eso que dices porque…>>, <<Gracias pero no […] lo siento, ya he dicho que no […] No lo volveré a repetir, he dicho que no y debes respetarlo>>.Y la más famosa:<<No es no>>.
Cuando decimos no, es importante no argüir excusas, sino razones. Téngase en cuenta que las razones no siempre van a ser entendidas por los demás, pero tampoco es necesario. Nuestras razones son legítimas, sean entendidas o no por los demás.
Ejemplo: (1) <<Fulanito, me gustaría hablar contigo un tema que para mí es importante. Cuando tengas unos minutos, ¿podríamos sentarnos a charlar? (2) Verás, lo que quería comentarte es que lo que pasó ayer me dejó muy mal. Me gritaste delante de todos, pasé mucha vergüenza y encima tuve que callarme para no echarle más leña al fuego. (3) Realmente me sentí ninguneado, avergonzado y comprenderás que muy enfadado. (4) Si alguna vez tienes que decirme algo, por favor, hazlo en privado y con respeto, igual que yo hago contigo. (5) Si tú haces eso, yo no me enfadaría tanto, escucharía y, por supuesto, estaría dispuesto a cambiar si he cometido algún error>>.
Téngase en cuenta que el objetivo de una conversación asertiva no es convencer sino expresar. Cuando nos enfocamos en expresar, siempre tendremos éxito, porque no ponemos nuestros esfuerzos ni expectativas en que alguien cambie, sino en no quedarnos con el malestar dentro.
Cuando alguien nos ofrece una opinión sobre nosotros que no compartimos o que nos parece distorsionada, recordemos que una no es descriptiva. Es decir, no siempre va a aportar información objetiva sobre un hecho concreto. Por lo cual, ¿por qué a veces le ofrecemos tanto espacio a lo que los demás piensan si realmente eso no describe (o no en su totalidad) lo que somos? (Véase: https://www.alteapsicologos.com/las-dianas-fabrique-ti/)
Sea como sea, cuando no estemos de acuerdo con lo que otro nos ofrece, tenemos varias alternativas:
La neurociencia nos demuestra que la gratitud es una actitud que alimenta la felicidad. Cuando nos sentimos agradecidos estamos ayudando a nuestro cerebro a que deje ir el dolor y se centre en el aprendizaje de lo vivido. De eta manera, ayudamos a que nuestra mente integre de forma adaptativa una experiencia dañina.
Lo mismo pasa cuando alguien nos devuelve una información que percibimos como verdadera a la vez que dolorosa. Cuando la verdad escuece, la alternativa más adaptativa para nuestra mente es aceptar con honestidad que <<tal vez tengas razón en eso que dices>>. Además, razonar sobre lo que nos hace daño es una valiosa oportunidad para mirar dentro y convertirnos en mejores personas. Por esa razón, después de aceptar la información, lo siguiente es agradecerla: <<Gracias por quererme lo suficiente como para decirme esto, me ayuda a avanzar>>.
Ser honestos, aceptar que hemos actuado mal y agradecer a la persona pertinente las agallas de decírnoslo, es el mejor regalo que podemos ofrecerle a nuestra mente para que se adapte y sobreviva a las experiencias dolientes.
Por último, cuando nada de lo anterior sea posible, llega el momento de pedir ayuda. Raramente estamos solos ante el peligro, el daño o el abuso continuado. Si buscamos lo suficiente, encontraremos que siempre existen persona dispuestas a ayudarnos. Porque el abuso no es como las almorranas, no hay que sufrirlo en silencio.
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