Naturalidad, espontaneidad y mala educación

Consejos Altea / 19.12.2015

La sinceridad es el pasaporte de la mala educación.

Enrique Jardiel Poncela

 

altea psicologos naturalidadTodos conocemos a muchas personas que están encantadas o se sienten orgullosas de sus defectos y, en muchas ocasiones, ni siquiera son conscientes de que son un defecto en sí. Eso ocurre en algunos casos en los que no se tiene en cuenta los sentimientos o reacción de otra persona a la hora de hacer algún comentario o tomar alguna decisión. ¿Es un problema ser demasiado natural, espontáneo? ¿Cuáles son los límites entre la mala educación y la sinceridad?

Existe un malentendido cuando nos referimos a la espontaneidad como acto de sinceridad o autenticidad. También lo espontáneo puede ser reactivo, desmesurado e irrespetuoso. Algunos ejemplos pueden contextualizar la idea de que lo espontáneo no es igual a lo auténtico. Hay quienes suelen jactarse de decirles a los demás a la cara lo que opinan. Se vanaglorian de no tener inconveniente alguno en soltar sus juicios, como quien arroja presuntas verdades sin atender al contexto, el momento y la relación que mantienen con el otro. Lo sueltan y se quedan tan anchos. Preguntas: “¿Acaso tuviste en cuenta a la otra persona?”. Y responden: “Me da igual…, yo soy así…, digo lo que siento”.

Hay otros ejemplos más cotidianos: aquellas personas que hacen la broma en el momento inoportuno; las que insisten cuando se les dice basta; las que hablan sin dejar hablar; las que gesticulan histriónicamente y no mesuran los prejuicios de sus muecas; las que ríen o se enfadan fuera de tono; las que vuelven a preguntar lo que ya se les dijo; las que quieren discutir en medio de un restaurante; las que no les importa que les oiga todo el mundo; las que no pueden esperar; las que precipitan besos y abrazos embarazosos. En general, todas aquellas personas que sufren impulsividad. No saben, o no quieren, aprender a gestionarla.

A nivel social y psicológico, pueden evitarse muchos destrozos en este aspecto si desarrollamos nuestra empatía y controlamos nuestros impulsos a la hora de comunicarnos. Vivir sin miedo, expresarse con naturalidad y con plena libertad, no debe estar reñido con destruir situaciones, ofender a otras personas o convertir un comentario que podría ser constructivo en un ataque hacia alguien que muy posiblemente no lo merezca.

En este aspecto, es una parte fundamental de los padres ofrecer una visión clara de estas posibles situaciones y explicar cómo puede sentirse alguien cuando expresas algo más «delicado» de forma brusca y cómo pueden decir los mismo sin que se ofenda nadie.

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