En el artículo anterior hablábamos sobre las separaciones de pareja después de las vacaciones. Por qué eso es así y algunas claves para evitarlo. Bien, en este artículo veremos algunas claves más para impedir que una pareja llegue hasta ese punto de no retorno.
Sabemos que cuando una pareja pasa mucho tiempo junta aparecen fricciones que pueden llegar a ser insalvables.
Comencemos con una pequeña historia:
Un acróbata y su aprendiza iban de pueblo en pueblo exhibiendo sus equilibrismos. Un día prepararon un número especial. El mayor colocaba sobre sus hombros una largar pértiga y el joven tenía que trepar por ella hasta quedarse suspendido al final con una mano. El acróbata le dijo a su aprendiz:
– Amiguito, para no tener ningún accidente, cuando estemos haciendo el número tú debes estar muy pendiente de mí y yo muy pendiente de ti.
Pero el joven rectificó:
– No, maestro, así tendríamos, antes o después, un accidente. Para evitarlo debemos estar tú muy atento a ti y yo muy atento a mí.
12 claves para amar y ser amado, de Ramiro Calle.
Creemos que la relación de pareja es el tipo de relación más compleja que existe. Ni una relación familiar, ni de amistad, ni laboral…, tienen tal nivel de implicaciones, tan profundas ni tan íntimas. Realmente, tener una pareja y mantenerla en un estado de salud emocional mutuo aceptable, hoy (que en términos descriptivos somos inconformistas y realmente exigentes a muchos niveles) es todo un reto.
Debemos ser conscientes de que las relaciones de pareja donde los roles de género (dicho de otro modo, los terrenos de la vida que eran feudo del hombre o de la mujer) estaban meridianamente definidos, eran ciertamente estancos, arraigados hasta el tuétano en el ideario colectivo y, por lo tanto, absolutamente predecibles y socialmente homologados y aceptados; esas relaciones para nosotros (las generaciones cuyos miembros tenemos menos de cuarenta años) ya no existen, las toleramos cada vez menos o sencillamente estamos en un proceso en el que tienden a extinguirse. Y dicho sea de paso, menos mal, porque en aquel formato monolítico, frecuentemente un miembro de la pareja podía llegar a sufrir crónicamente, a veces incluso ambos. No hace falta que añada, por flagrante evidencia, qué sexo era el que normalmente salía peor parado en cuando a la coacción de su libertad y represión vital.
Hoy somos exigentes en cuanto a la pareja porque ya no admitimos una pareja por exigencia o necesidad. Necesitamos tener pareja desde nuestra propia libertad. «Matrimonio desigual», Pintura de Vasily Pikirev
Cuestiones sociológicas aparte, vamos a desarrollar un decálogo a modo de “diez mandamientos clave”, para que una pareja goce de buena salud emocional y se asegure su longevidad, no por dominancia ni imposición, tampoco por necesidad, sino por genuina apetencia de compartir sus vidas mutuamente desde la libertad. Veamos algunas claves:
No vuelques sobre tu pareja tus necesidades y expectativas. Sencillamente porque no tienes derecho. Si necesitas algo para ser feliz, hazte cargo de ello tú mismo/a. Esa persona no está a tu lado para hacerte feliz, sino para compartir su felicidad contigo y viceversa. Por lo tanto, no le exijas a tu pareja comportamientos, actitudes, formas de sentir y de pensar que no le nacen de forma genuina. Ella tampoco tiene derecho a hacerlo contigo.
Que el complemento sea la consecuencia y el compartir la causa de la pareja. Dicho de otro modo, trabájate por ti mismo/a tu propia autoestima y la satisfacción de tus necesidades para, desde esa libertad, compartir tu vida con la de la otra persona. Y es que ya no existen las medias naranjas (en cuya concepción está inherente la exigencia de complementación), sino las naranjas completas con las que compartir (en igualdad de condiciones) la felicidad mutua.
Mentalízate para aceptar y asumir lo que no te gusta de tu pareja. Nunca debes pretender que esa persona sea alguien diferente a quien en realidad es. Recuerda que eres libre para marcharte cuando quieras. Así, o aceptas las particularidades de tu pareja o no las aceptas, pero estar todo el tiempo pretendiendo que cambie acabará por volverte un/a tirano/a. Lo siento, pero tampoco tienes derecho, por más que creas que tus demandas son legítimas.
Aprende a no tener siempre la razón. Hay muchas maneras de hacer las cosas bien y otras muchas de hacerlas mal, y todas sus combinaciones posibles. Es por eso que no debéis enfrascaros en largas discusiones en las que ambos buscáis tener la razón. Sencillamente, a veces ocurre que existen puntos de vista que son irreconciliables. Fin, se acepta y se sigue, porque reincidir de manera recurrente en los mismos temas de desacuerdo desgasta mucho.
Tolerar las discusiones y elegir trascenderlas. Evitar las discusiones muchas veces es una elección voluntaria. Elegir no discutir, incluso cuando creemos que tenemos razón, es un verdadero gesto de amor para/con la otra persona y un regalo para la salud emocional de la pareja. Para ello hay que saber dejar el orgullo un poco de lado. Literalmente, no existe otra manera.
No acumules malestar. Si algo te molesta, duele, enfada… Dilo. Ayuda a tu pareja a entender aquello que no te sienta bien para que pueda tenerlo en cuenta. Pero afinemos la mirada, porque aquí existe una delgada línea entre lo que me molesta porque es una acción del otro evidentemente hiriente, y lo que me molesta porque es una reacción propia a una acción en principio inocua. Simplificando, si algo me molesta, pero el otro no está haciendo nada malo, entonces apelamos al punto 1 y 3 de este decálogo.
De la misma manera, no tienes por qué cambiar nada que no quieras para satisfacer una necesidad que le pertenece a tu pareja y no a ti. Ahora bien, también es buena idea moderarse en aquello que a la otra persona le sienta mal, como un acto de amor. Entiéndase que la sumisión es una cosa y la complacencia elegida otra radicalmente diferente. Lo primero recala en la esclavitud emocional, lo segundo es un regalo que elegimos darle a la otra persona porque la queremos, asumiendo que en este punto existe una equilibrada reciprocidad.
Presta atención a lo que a tu pareja le gusta, satisface y agrada. Puede ser un objeto, pero también un comportamiento, una actitud, un momento, un gesto… Estate pendiente y regálaselos cada vez que puedas, eso aumentará muchísimo vuestra salud emocional.
Ofrécele a tu pareja la mejor versión de ti mismo/a. Ocurre que a veces nos esforzamos muchísimo en ser los mejores amigos, trabajadores, vecinos…, pero se nos olvida ser también la mejor pareja que podemos ser. Cuídate de que el refrán “la confianza da asco” no defina tu relación de pareja.
Integra en tu relación de pareja la honestidad, la transparencia y la autenticidad. Junto todo lo anterior, esto generará un fértil terreno de confianza y liderazgo emocional positivo.
Los gestos de cariño genuinos son la mejor medicina preventiva y paliativa para una pareja. Cultivarlos a menudo es cultivar la unión entre ambos.
Bonus track: La última clave que añadimos, es que en una pareja deben existir tres espacios: el tuyo, el mío y el de ambos. Este último de seguro es el más importante, pero igual de importante es cultivar los dos primeros.
Hay más claves, pero no mejores. Si eres capaz de poner la mitad en práctica, ya estarás actuando el doble mejor que la mayoría de personas que viven sin poner conciencia en sus relaciones. Y si las cumples todas, estarás generando un espacio de pareja a prueba de balas, capaz de absorber las cosas malas que puedan pasar sin que la pareja se resienta demasiado.
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