Cómo lograr que los adolescentes colaboren en las tareas del hogar

Adolescencia, Familia, Orientación familiar / 20.06.2021

Cuando a los adolescentes no les importa lo mismo que a los adultos

Los adultos tendemos a desconectarnos de la adolescencia y es como si ya no nos acordásemos
Los adultos tendemos a desconectarnos de la adolescencia de tal manera que es como si ya no nos acordásemos

El mundo de los adolescentes es maravilloso a la vez que complicado. Todos los adultos, sin excepción, hemos pasado por ahí. Pero la mente tiene una curiosa tendencia a borrar las implicaciones emocionales de ciertas etapas de la vida. Los adultos no olvidamos que fuimos adolescentes, incluso podemos recordar la etapa con cierto cariño. Cosa diferente es mantener esa huella de memoria emocional que nos mantiene conectados con esa etapa. Y es que ocurre que una vez cambiamos de etapa evolutiva (dicho de otro modo, maduramos), la conexión emocional con la etapa que dejamos atrás termina por disiparse y a efectos prácticos «ya no nos acordamos» de cuando estuvimos allí.

Esto es algo que ocurre en todos los tránsitos madurativos: de la primera infancia a la infancia, de la infancia a la preadolescencia, de la preadolescencia a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud… Y así sucesivamente. Es por eso que aún habiendo pasado por ello, la vida de los adolescentes puede llegar a resultarnos ajena, perturbadora, molesta e incomprensible en nuestra etapa adulta.

Por ello, uno de los grandes conflictos que nos encontramos en casa con respecto a los adolescentes, es el hecho de que no les gusta colaborar en las tareas. Sencillamente no lo hacen o les cuesta mucho. ¿Por qué? Veamos algunas claves:

Los adolescentes no tienen el mismo sistema de prioridades y necesidades que tú

Lo que para ti es importante para el adolescente no. Es así de simple. Las tareas del hogar, como el estudio, como ciertos protocolos sociales…, sencillamente para ellos no tienen importancia alguna. Con lo cual, no tienen un compromiso con ello. Si lo hacen, lo hacen porque saben que deben hacerlo, no porque quieran hacerlo, así es que lo harán con desgana y bajo la ley del mínimo esfuerzo.

El lóbulo prefropntal, la estructura cerebral que nos hace más adultos, es la que más tarda en madurar de todo el cerebro
El lóbulo prefrontal, la estructura cerebral que nos hace más adultos, es la que más tarda en madurar de todo el cerebro

Su lóbulo prefontal aún no está acabado de hacer

Según un artículo muy bien referenciado de Wikipedia, esta región cerebral está involucrada en la planificación de comportamientos cognitivamente complejos, en la expresión de la personalidad, en los procesos de toma de decisiones y en la adecuación del comportamiento social adecuado en cada momento. Además, sabemos que esta área cerebral empieza a desarrollarse en los primeros meses de vida y es la que más tarda en acabar de madurar del todo, aproximadamente hasta los 25 años de edad.

Dicho de otro modo, lo que nos hace más adultos, lo que nos da ese sentido común que nos ayuda a inhibir nuestras apetencias en pos de nuestras responsabilidades y otra suerte de comportamientos maduros, aún no se ha terminado de hacer en los adolescentes. Es lo que hay, no se puede pelear contra gigantes. O… más bien, para pelear contra gigantes hay que saber elegir las estrategias, más abajo veremos algunas de ellas.

Literalmente, los adolescentes están en plena evolución

Adolescencia proviene del latín <<adolescencia>>, ad: a, hacia + oloscere, del verbo oleré, crecer. Literalmente significa <<la condición o el proceso de crecimiento>>.

Esto quiere decir que todo en ellos es un proceso madurativo. A veces cometemos el error de pedirles de forma abrupta, como de un día para otro, que empiecen a hacer algo que no han hecho en su vida porque entendemos que ya deben empezar a hacerlo. De un día para otro pretendemos que asuman responsabilidades que ni son importantes para ellos ni han aprendido a hacer nunca. Error.

Debemos reforzar cada detalle que se acerque a lo que queremos conseguir

Otro error que cometemos los adultos es no reforzar los comportamientos de los adolescentes cuando éstos no cumplen con nuestras expectativas. En las etapas de aprendizaje, el objetivo que nos debe satisfacer a los adultos no es que el adolescente haga su cama perfecta, es sólo que la haga (arrugas incluidas). El objetivo no es que estudien cuatro horas seguidas, es que cumplan unos objetivos mínimos (voz de susurro: aunque en ello empleen sólo media hora al día). No es que dejen de jugar a la consola exactamente y justo cuando se lo ordenamos, es que lo hagan en un intervalo de tiempo razonable… Y así con todo.

Cuando el adulto se vuelve híperexigente, el adolescente se aleja

Y es que una de las experiencias más temidas por el joven en general (extensible a algunos ámbitos del mundo adulto como por ejemplo el laboral) es no saber/poder/tener la capacidad para cumplir con las expectativas de sus referentes. Cuando eso ocurre de manera continuada, el adolescente se aleja como forma de protección (emocional) y nos retira el privilegio de ser sus referentes. Dicho en términos ejecutivos: perdemos el liderazgo. Ojo, porque si nosotros -los adultos de referencia: padres, madres, profesorado, entrenadores deportivos, etc.- perdemos dicha capacidad, la van a buscar en otros lugares… No hace falta que añada más.

Resumiendo: cuando somos muy rígidos y exigentes, cuando nunca nada es suficiente para nosotros, dejamos de ser referentes y líderes para nuestros hijos. Es en ese justo punto y en adelante cuando sentimos que hemos perdido el control sobre sus conductas y se nos tornan unos desconocidos.

Cuando dejamos de ser un referente para nuestros hijos/as, estos se alejan y comienzan a ser unos desconocidos
Cuando dejamos de ser un referente para nuestros hijos/as, estos se alejan y comienzan a ser unos desconocidos

Pero no está todo perdido. Eso nunca. Cómo lograr que nuestros hijos adolescentes colaboren en las tareas del hogar y, en general, que nos hagan más caso. Veamos algunas claves:

– Pídele cosas que para él/ella tengan sentido: su cuarto, su ropa, su cama…Poco a poco y como un continuo proceso ve extendiendo a tareas más amplias.

– Refuerza positivamente el hecho en sí, no su excelencia, pues raramente van a ser excelentes.

– Pídeselo por favor, recuerda que es una necesidad tuya, no suya.

– Agradece cada pequeño gesto como si fuera algo excepcional. Dicho de otro modo, como si no fuera lo que tiene que ser 😉

– Entiende que van a trabajar siempre bajo el mínimo esfuerzo para lo que no les importa. No es nada personal.

– Hazte cargo de que todo lo que para ti es importante para ellos es irrelevante. Genera expectativas realistas.

– No des por hecho que algún día tendrás que dejar de repetir las cosas. Tal vez eso nunca pase.

– Muéstrate siempre laxo/a a la hora de dar las directrices: muévete en intervalos de tiempo, no seas rígido/a.

– Recuérdales cuantas veces sea necesario el inmenso valor que tiene su esfuerzo para el bienestar del hogar.

– Juega con la entrega y retirada de privilegios como moneda de cambio.

– Ayúdale a aprender haciendo algunas tareas juntos: fregar platos, poner lavadoras, hacer la compra…

– Concreta la tarea lo máximo que puedas. En lugar de decir «ordena tu cuarto» di «por favor, hoy toca que ordenes tu escritorio, hagas tu cama y guardes tu ropa ordenada en el armario».

– Si no hay manera de que haga algo, hazlo tú en su presencia y expresa la importancia de hacer lo que hay que hacer.

– El punto anterior no es incompatible con introducir consecuencias «incómodas» para él/ella por omisión de sus responsabilidades.

– NO COMPARES SU COMPORTAMIENTO CON NINGÚN OTRO. Cada persona es única y así debemos ayudarles a sentirse.

Y recuerda: un día alguien opinó de ti lo que tal vez tú hoy opinas sobre la adolescencia…

Y no has salido tan mal. Tenle paciencia 😉

Alfonso García-Donas

Psicólogo

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