En artículos anteriores, alertábamos sobre la adicción a las nuevas tecnologías. En aquellos artículos comentábamos que “El 50% de los adolescentes se consideran adictos al móvil. El 48% de los que pasan más de cinco horas con su teléfono ha reportado sentimientos de depresión, aislamiento o suicidio […] El 27% de los adultos se considera adictos; el 48% se ve en la necesidad de contestar inmediatamente a mensajes o alertas de sus redes sociales. Las cifras entre adolescentes son del 50% y el 72%, respectivamente. Además, en torno al 75% de los padres afirman que discuten con sus hijos por el uso de los móviles”. (Diario ElPaís, 12 de Febrero de 2018).
Siendo así, no es de extrañar que la vida offline se esté convirtiendo en algo exótico más necesario que nunca. De hecho, es sintomatológico que necesitemos decir comida bio, ecológica o natural, como forma de diferenciar la comida natural de la que consumimos normalmente, que es procesada, ultraprocesada o transgénica. De la misma manera, necesitamos darle a la vida normal la connotación de offline, porque el mundo online está ganando una omnipresencia abrumadora.
Es por eso que necesitamos pautas concretar para tratar con el tema. Orientando el tema hacia nuestros pequeños, es importantísimo que generemos en casa unos hábitos de salud tecnológica para que la adicción a la tecnología no esté presente.
Porque es ahora cuando estamos viendo los efectos del enganche a la tecnología después de una o dos generaciones conviviendo con ella.
Es por eso que hoy más que nunca se hace muy necesario cultivar hábitos de salud tecnológica en pos de la vida offline (la de verdad), que tantos beneficios nos reporta y para la cual nuestro cerebro está programada por el proceso evolutivo milenario. Por eso, y atendiendo a cómo funciona el cerebro humano, veamos algunas claves:
Ya son múltiples los estudios científicos que nos muestran los beneficios del aburrimiento para el cerebro. Sabemos que el aburrimiento es el motor de la creatividad y esta, a su vez, el de la inteligencia. Es la estimulación ambiental la que genera más conexiones neuronales, lo que aumenta el ingenio de la persona y también su inteligencia. Dicho de otro modo, no creamos ni ingeniamos estrategias novedosas de resolución de problemas si todo nos viene dado desde fuera.
La vida dentro de la tecnología no para nunca, no se detiene, genera contenido constante por diversas razones que no son objeto de este artículo. Pero cuando el cerebro recibe estimulación constante que resulta divertida, interesante, curiosa, etc., se hace adicta ello, volviéndose a la vez intolerante a los momentos «vacíos». Es como quien se acostumbra a conducir a 200 km. por hora y con el tiempo no sabe ir a menos porque se aburre.
En un artículo del diario La Vanguardia nos informan de que <<Psicólogos, educadores y expertos en productividad hablan de un fenómeno que denominan síndrome de atención parcial continuada –que nada tiene que ver con un trastorno neurobiológico como el TDAH–, y que consiste en prestar atención simultánea a diferentes focos de información pero a un nivel superficial. Y también relatan una creciente dificultad –más acusada entre niños y jóvenes–, para mantener la atención en actividades cotidianas que requieren esfuerzo y no dan placer>>.
La neurociencia nos ha demostrado sobradamente cómo las prácticas relacionadas con la meditación y el mindfilness generan efectos positivos en el cerebro como motores de química antiestrés. Es por eso que al ser humano le beneficia que de vez en cuando exista silencio en la mente, que a su vez conlleva calma y paz interior. La vida online anula completamente dicho silencio, dado que su estimulación es constante.
Por todo ello, es necesario cultivar una higiene tecnológica en casa que, dicho de otro modo, se traduce en generar actividad offline o de la vida normal. Algunos consejos para ello: