Trastornos de la conducta alimenticia

Trastornos de la alimentación – Síntomas y causas 

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son un grupo de dificultades que se manifiestan a través de alteraciones físicas relacionadas con el peso y la imagen corporal, las cuales conducen a graves problemas tanto físicos como psicológicos. Afectan con mayor frecuencia a mujeres adolescentes y jóvenes, aunque también pueden afectar a otros grupos de población, como hombres y mujeres de otras edades.

Durante el curso de estos trastornos se produce una alteración del consumo de alimentos y, por tanto, una malnutrición del cuerpo que puede generar graves repercusiones. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la American Psychiatric Association (APA) la anorexia y la bulimia nerviosas son las afectaciones más comunes. Además de estos dos, se recogen otros trastornos de la conducta alimentaria no especificados (TCANE) que son aquellos trastornos que no cumplen con todos los criterios de diagnóstico de anorexia o bulimia nerviosa.

Tipos de TCA

Todos los trastornos alimentarios se caracterizan por una conducta alterada frente a la alimentación. Sin embargo, existe una clasificación de estos trastornos, ya que cada uno de los cuales presenta una sintomatología específica. Además, es frecuente que los síntomas de los trastornos alimentarios varíen a lo largo del tiempo, por lo que hay personas que inicialmente presentan cuadros restrictivos, y acaban desarrollando atracones, o viceversa.

La anorexia y la bulimia son los trastornos alimentarios más conocidos, debido a las complicaciones sociales que acarrean. Sin embargo, existen otros que, no revistiendo tanta gravedad a distintos niveles, sí requieren atención especializada, dada la problemática que conllevan, y por el poder que tienen de distorsionar gravemente la vida de las personas. Es el caso del trastorno de pica, la rumiación, el trastorno por atracones, y el trastorno evitativo o de restricción de la ingesta alimentaria, además de la anorexia y la bulimia nerviosa.

Anorexia nerviosa – Síntomas y causas

La anorexia nerviosa es una alteración de la conducta alimentaria que puede llegar a poner en un elevado riesgo a la persona que la padece. Frente al miedo ante la posibilidad de aumentar el peso, se ponen en marcha estrategias destinadas desarrollar una restricción calórica, es decir, a reducir la cantidad de ingesta, a saltarse comidas, o a eliminar alimentos saludables que antes se consumían con normalidad. Pueden darse casos donde existe una marcada pérdida de peso, aunque no siempre es así. A veces, hay conductas relacionadas con la alimentación y el cuerpo que pueden ser indicativas de estar frente a un problema incipiente de anorexia. Algunas de estas conductas son la restricción calórica, los intentos frecuentes o intensos por perder peso, y la pérdida de la menstruación.

Abordar los problemas relacionados con la anorexia nerviosa no consiste solo en aumentar el peso corporal, o en modificar la relación con la comida. También supone ayudar a nuestras pacientes a modificar los factores que las llevan a sentirse así, siempre desde el respeto y cuidado a la relación terapéutica.

Bulimia nerviosa – Síntomas y causas 

Las dificultades relacionadas con la insatisfacción corporal y una distorsión en la imagen física van de la mano con un deseo constante por adelgazar. Esto genera mayores probabilidades de desarrollar problemas relacionados con la alimentación.

Nos encontraríamos ante un caso de Bulimia nerviosa si, ante la posibilidad de aumentar de peso, la persona experimenta un miedo muy intenso y pone en marcha estrategias compensatorias como provocar el vómito, el consumo de laxantes, diuréticos o la realización de deporte de forma muy intensa. Esto provoca importantes repercusiones para la salud física de la persona, así como una disminución del malestar emocional.

Aunque las conductas compensatorias son las más llamativas en el curso de este problema, la bulimia queda muy influenciada por dificultades relacionadas con la regulación del estado de ánimo, el perfeccionismo, las comparaciones entre cuerpos de otras personas y las competencias personales.

El abordaje de los problemas de alimentación como la bulimia, además de centrarse en el abordaje de las conductas compensatorias y la relación con la comida, implican también el soporte, acompañamiento y la modificación de las condiciones ambientales que llevan a la persona a sentir ese malestar.

Trastornos alimentarios del lactante y preescolar 

Una alimentación correcta durante la infancia es necesaria para permitir un crecimiento y desarrollo adecuados, conseguir un rendimiento físico y cognitivo óptimo, mantener y mejorar la salud y recuperarse más fácilmente en los procesos de enfermedad.

Los primeros meses de vida (la etapa de lactancia) son un periodo en el que tienen lugar muchos cambios rápidos (antropométricos, de composición corporal, de maduración de órganos y sistemas), que suponen una demanda exigente desde el punto de vista nutricional.

Pasada la etapa de lactante, la alimentación del preescolar supone una oportunidad de adquisición de hábitos saludables e introducción de nuevos alimentos, texturas, sabores, colores, etc., que van a favorecer la autonomía y el desarrollo del individuo, además de ser imprescindible para mantener el crecimiento y desarrollo.

Los trastornos relacionados con la conducta alimentaria en niños han sido objeto de numerosos intentos de clasificación. En el año 1994 se introdujeron por primera vez como categoría diagnóstica psiquiátrica en la cuarta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV, como: trastorno alimentario del lactante y el niño, posteriormente siendo denominado en el DSM-V: trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria.

Una adecuada intervención psicológica resulta parte fundamental del tratamiento de los trastornos de la alimentación en menores, tomando como objetivos fundamentales los siguientes:

  1. Aumentar la ingesta oral o la variedad de alimentos.
  2. Disminuir los problemas de comportamiento en las comidas.
  3. Aumentar las interacciones placenteras en las comidas entre padres e hijos.
  4. Disminuir el estrés de los padres en las comidas y avanzar en la ingesta adecuada para la edad y desarrollo del niño.
  5. Controlar factores ambientales como los horarios de ingesta y la configuración de las comidas regulando el ciclo de hambre y saciedad del niño, recomendando actividades tranquilas antes de las comidas y rutinas para facilitar la transición a la mesa (p. ej.: lavar las manos).

Entre las estrategias para acercar las conductas alimentarias a metas deseables se incluyen el entrenamiento en administración de reforzamientos positivos y negativos (estos últimos solo en determinados casos, bajo la supervisión de un psicólogo) y el entrenamiento en discriminación.

Por otra parte, existen otras estrategias que conducen a la reducción de conductas no deseables relacionadas con la alimentación. Entre ellas destacan los procedimientos de extinción, el castigo y la desensibilización (asociar un estímulo agradable o suprimir uno aversivo a la exposición de un nuevo alimento).

En todos los programas de intervención se contemplan la combinación de varias de estas estrategias en función del tipo de dificultad relacionada con la conducta alimentaria que se detecte (poco apetito, ingesta selectiva, miedo a comer, etc.), y se aboga por un análisis individualizado para cada caso, con pautas adaptadas para que posteriormente puedan ser llevadas a cabo por los progenitores. Los casos complejos requerirán ayuda especializada.

Guía para familias de personas afectadas por un TCA

No resulta fácil ayudar a una persona que presenta indicios de padecer un trastorno relacionado con la alimentación, mucho menos si se trata de un ser querido. Como personas de referencia, podemos tener en cuenta que las conductas alimentarias (tanto por exceso como por defecto) influyen ya no solo en la calidad de vida de nuestro ser querido, sino también en nuestra propia vida.

Resulta muy frecuente tener la sensación de frustración e imposibilidad de plantear adecuadamente nuestra preocupación dado que la persona afectada le quita importancia. Uno de los signos clínicos esenciales de la presencia de un trastorno de alimentación es que la persona percibe que su conducta le reporta algún beneficio positivo para su estado, una sensación de bienestar, fuerza, control, singularidad, etc.

Alguna de las estrategias fundamentales que pueden ser de utilidad son la preparación y la práctica centrada en las posibles situaciones que se pueden presentar al abordar el tema con nuestro/a familiar. Decidiremos de antemano dónde y cuándo vamos a comenzar la conversación (preferentemente en un lugar tranquilo y libre de toda posibilidad de riesgo de interrupciones y distracciones).

En esta fase preparatoria puede ser útil que anotemos los posibles síntomas y conductas que nos han hecho sentirnos intranquilos. Tendremos a mano estas observaciones por escrito.

Hace falta un tiempo para que la persona implicada sea capaz de salirse de la espiral de los pensamientos y conductas compulsivas y esté dispuesta o pueda escuchar nuestro punto de vista. Tendremos que ayudar a que la persona consiga desplazar el centro de atención de su perspectiva cada vez más limitada en torno a la alimentación y la comida, en dirección hacia valores más profundos tales como su salud y sus objetivos vitales.

Es posible que encontremos muchas dificultades a la hora de abordar esta situación. Por tanto, es conveniente no tirar la toalla si no conseguimos una respuesta favorable por parte de nuestro ser querido. Es preferible continuar prestando atención a estas dificultades y esperar a que se vuelva a dar la oportunidad de abordarlo. Frecuentemente, esta problemática nos puede hacer sentir perdidos, solos y confundidos. En ese caso, sería de gran ayuda poder contactar con un profesional de la psicología formado y con experiencia en el trabajo con dificultades relacionadas con el comportamiento alimentario que nos ofrezca tanto estrategias para el manejo de la situación en el hogar, como para conseguir que nuestro familiar pueda comenzar un proceso terapéutico.

Trastorno por atracones – Síntomas y causas

En ocasiones puede ocurrir que se establezcan relaciones y asociaciones directas entre la búsqueda de alivio del malestar emocional y la ingesta de comida, experimentando una intensa falta de control sobre el acto de comer, a pesar de no estar sintiendo hambre fisiológica real. En estos casos, hablamos de comer emocional cuando el acto de comer no va dirigido a reducir el hambre fisiológica sino a tratar de modificar o de escapar de algún tipo de emoción, generalmente vivida como desagradable.

Si esta pérdida de control es muy intensa, podría tratarse de atracones de comida que, además de hacer experimentar a la persona emociones de culpa o vergüenza, podría contribuir a la aparición de otro tipo de problemas de salud.

Estos episodios, además del malestar y de la culpabilidad que suelen generar en la persona, pueden instalarse como una forma de afrontamiento inadecuada que con el tiempo inciden en la aparición de sobrepeso u obesidad.

TCA en Adolescencia 

La adolescencia es una etapa que cuenta con ciertas peculiaridades que la hacen especialmente vulnerable ante el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria.

Vivimos en la era de lo audiovisual, de las redes sociales, de los influencers… en la que la distorsión y la insatisfacción corporal se han convertido en un relato generacional. La constante exposición a modelos físicos irreales puede llevar a los adolescentes a autopercibirse como defectuosos, generando en ellos complejos desmedidos en torno a su apariencia, y pudiendo desembocar en el desarrollo de trastornos alimentarios.

Además de este contexto histórico que a nuestros adolescentes les ha tocado vivir, existen otros factores de riesgo ante el desarrollo de este tipo de trastornos, relacionados con las características individuales (personalidad perfeccionista, alta autoexigencia, autocrítica, escasa tolerancia a la frustración), y con las experiencias vitales (traumas, experiencias de fracaso, situaciones de estrés).

Los trastornos alimentarios en la adolescencia pueden detectarse a través de determinadas señales de alerta, como pueden ser una irritabilidad excesiva, tristeza generalizada, o altos picos de ansiedad, junto a la obsesión por controlar los alimentos que se ingieren, o el ejercicio físico excesivo.

¿Cómo sabes si tu hijo sufre un trastorno alimenticio?

Es frecuente que sean las familias quienes detectan los primeros síntomas de dificultades relacionadas con la conducta alimentaria. Cada caso refiere sus propias características específicas, pero existen una serie de comportamientos y actitudes que pueden hacernos sospechar que nuestro hijo o nuestra hija está sufriendo dificultades relacionadas con la alimentación. Algunos de estos síntomas, que pueden servir como señal de alerta para detectar estos trastornos en el seno familiar, son los siguientes:

  • Adelgazamiento en poco tiempo, sin causa médica justificada.
  • Ir al baño inmediatamente después de las comidas.
  • Aparición de rituales extraños con la comida (por ejemplo, comer muy despacio, o trocear la comida en exceso).
  • Interés obsesivo por la comida y las calorías ingeridas.
  • Encontrar comida o restos de comida escondidos.
  • Alteración del rendimiento académico.
  • Irritabilidad excesiva, cambios en el carácter.
  • Aislamiento social.

Es importante estar alerta y favorecer la detección temprana de estas señales, ya que pueden ser de utilidad para poner en marcha estrategias de intervención adecuadas, llevadas a cabo por profesionales cualificados.

¿Cómo se desarrolla la obesidad en los niños?

La obesidad infantil es una afección de salud grave que afecta a niños y adolescentes. Es particularmente problemática porque el sobrepeso a menudo genera que el niño comience a padecer problemas de salud que antes se consideraban problemas de adultos, como la diabetes, la presión arterial alta y el colesterol alto. La obesidad infantil también puede generar baja autoestima y estado de ánimo bajo.

El índice de masa corporal, que otorga un indicador del peso en relación con la estatura, es la medida aceptada de sobrepeso y obesidad. El profesional de la medicina puede ayudar a averiguar si el peso

pudiese ser un problema de salud usando gráficos de crecimiento, el índice de masa corporal y, si es necesario, haciendo otras pruebas.

Muchos factores (generalmente combinados) aumentan el riesgo de tu hijo de tener sobrepeso:

  • Alimentación. Comer con regularidad alimentos con muchas calorías, como comidas rápidas, productos horneados y refrescos, pueden provocar un aumento significativo del peso del menor. Los dulces y los postres también pueden causar aumento de peso, y existe cada vez más evidencia del riesgo del consumo de bebidas azucaradas, como los zumos de frutas y las bebidas energéticas, contribuyen a un aumento del riesgo de padecer obesidad.
  • Factores familiares. Es posible que un indicador importante que predice la aparición de la obesidad se encuentre en los antecedentes familiares. Si tu hijo viene de una familia con sobrepeso, tiene más probabilidades de subir de peso. Esto se pone de manifiesto especialmente en un entorno donde la alimentación está basada en productos que contienen gran cantidad de calorías y donde la actividad física no es fomentada.
  • Factores psicológicos. El estrés personal, parental y familiar puede aumentar el riesgo de un niño de padecer obesidad. Algunos niños comen de más para afrontar problemas o canalizar sus emociones (como el estrés) o para combatir el aburrimiento. Es posible que se encuentren estos comportamientos en referentes familiares cercanos.
  • Falta de ejercicio. La probabilidad de padecer enfermedades como la obesidad se dispara en menores que no llevan a cabo actividad física de forma regular. Pasar demasiado tiempo en actividades sedentarias, como mirar televisión o jugar a videojuegos, también contribuye al problema. Además, la publicidad en televisión e internet puede ser un factor a tener en cuenta en el deseo de consumo de productos altos en calorías.
  • Factores socioeconómicos. Resulta muy significativo revisar los factores contextuales y ambientales relacionados con el desarrollo de enfermedades. En algunas comunidades, las limitaciones económicas y la falta de recursos hacen que existan numerosas familias que no tienen facilidades en el acceso a productos de calidad.

¿Por qué tanta gente se avergüenza de tener trastornos alimentarios?

El estigma en la salud mental es un factor común que afecta a todas las personas que padecen dificultades psicológicas. Este factor se agudiza aún más cuando se trata de dificultades que afectan al comportamiento relacionado con la alimentación, ya que se generan sentimientos de vergüenza y culpa. Uno de los estigmas que recaen sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria es la asociación de este tipo de trastornos con cuerpos delgados.

Los problemas de alimentación e imagen corporal son conductas que son efectivas a corto plazo porque la persona considera que se está acercando a la solución de un problema más complejo. Por ejemplo, «si soy delgada, me sentiré mejor conmigo misma y con los demás» y la forma que se ha encontrado de hacerlo es controlando la alimentación de forma obsesiva. Dentro de estos problemas complejos y que la persona percibe como menos controlables, puede haber más cosas: conflictos familiares, rechazo de los iguales, falta de autonomía, historia de beneficios por adelgazar (aprender de qué forma eres más deseable, dificultad de regular ciertas emociones, etc.). A veces, detrás de los atracones como solución a corto plazo, hay vacíos existenciales o que tienen que ver con asuntos mucho más ambiguos, menos fáciles de verbalizar y de entender sus relaciones, otras veces hay una dificultad para vivir con la ansiedad, o hay una ansiedad disparada por demasiadas cosas.

En definitiva, los problemas de alimentación se mantienen porque parecen intentos de solución a problemas más grandes, aunque sea una solución viciada y dañina a medio largo plazo. La imagen corporal negativa y los problemas con la alimentación son respuestas naturales a presiones sociales patológicas para estar delgados/as. Todos estos esfuerzos y el tiempo invertido en la búsqueda de la satisfacción corporal y las falsas promesas relacionadas con la delgadez cargan a la persona de sentimientos de culpa, frustración y descontrol en gran parte de los ámbitos de su vida.

¿Cómo puedo salir sola de un trastorno alimenticio?

El tratamiento de una dificultad relacionada con la conducta alimentaria depende de la complejidad del caso y los síntomas que se dan. Normalmente, suele consistir en una combinación de un proceso psicoterapéutico, educación sobre la alimentación y, en algunos casos, supervisión médica. Por lo que, si detectas que estás experimentando problemas relacionados con la alimentación que no eres capaz de resolver por ti mismo/a, sería altamente recomendable que acudieses a un centro especializado en el que poder comenzar un proceso de terapia psicológica.

Artículo relacionado en el blog:

TCA y ejercicio físico

En la actualidad existe una concepción del ejercicio físico y deportivo como una actividad que deriva en una mejora del estado de salud de las personas que lo practican. Nos encontramos con numerosos mensajes por parte de los medios de comunicación en los que se nos incita a “quemar lo que comemos”, participar de la “operación bikini”, o “entrar en una determinada talla”. Intentar llegar a satisfacer esas presiones utilizando como medio el ejercicio físico puede acarrear consecuencias muy peligrosas.

Cuando hablamos de trastornos y dificultades relacionadas con la alimentación, el ejercicio físico es una conducta que puede estar alterada y tener una función diferente al disfrute y la búsqueda de bienestar físico y emocional. Por el contrario, puede estar más relacionada con la rigidez, la sensación de control, la insatisfacción corporal y la baja autoestima y autoconcepto.

Podemos encontrar como características de la conducta alterada con respecto al ejercicio que sea excesivo o compulsivo, pudiendo también estar relacionadas ambas:

  • El ejercicio físico excesivo se define como el ejercicio que se realiza con intensidad elevada, incluso llegando a ser una intensidad extenuante. Con este tipo de ejercicio disminuye el estado de ánimo y la capacidad de recuperación de la persona, y generalmente es mantenido pese a sus efectos negativos.
  • El ejercicio físico compulsivo se presenta en aproximadamente el 80% de los TCA de tipo restrictivo, también pudiendo presentarse en otros cuadros de trastornos alimentarios. El ejercicio compulsivo sería aquel que se realiza con el único objetivo de modificar el peso o la figura, anteponiéndolo a cualquier otra actividad. Se realiza siempre en soledad y para evitar el malestar emocional de no hacerlo (culpabilidad).

Goodwin, Haycraft y Meyer (2016) admiten que el ejercicio problemático/compulsivo o no saludable podría ser peligroso, sobre todo cuando se realiza en exceso y se convierte en el protagonista de la vida de una persona. El elemento “compulsivo” del ejercicio es muy común y no necesariamente está relacionado con la frecuencia e intensidad del ejercicio, sino que se caracteriza por su ejecución de acuerdo con un horario rígido. Se trata de una actividad que tiene prioridad sobre otras actividades cotidianas (Martínez, 2017).

Imagen de Freepik

Cerrar
Terapia Online
Online Therapy

We can communicate with you in english

How would it be done?