Trastorno delirante de la personalidad (TDP)

Adultos, Autocontrol emocional, Conductas inadaptadas, Trastorno de la personalidad delirante, Trastorno de la personalidad paranoide / 02.02.2024

Cuando los delirios manejan la vida de una persona

En los últimos tiempos se habla mucho del TLP o trastorno límite de la personalidad. Pero nos e habla tanto del trastorno delirante de la personalidad o TDP.

Trastorno delirante de la personalidad
El TDP se caracteriza por una desconfianza y suspicacia intensa frente a los demás, de tal manera que sus motivos se interpretan como malévolos. Imagen de Freepik

Un Trastorno delirante de la personalidad se define como:

Una desconfianza y suspicacia intensa frente a los demás, de tal manera que sus motivos se interpretan como malévolos. Comienza en las primeras etapas de la edad adulta y está presente en diversos contextos. Se manifiesta por cuatro (o más) de los hechos siguientes:

1. Sospecha, sin base suficiente, de que los demás explotan, causan daño o decepcionan al individuo.

2. Preocupación con dudas injustificadas acerca de la lealtad o confianza de los amigos o colegas.

3. Poca disposición a confiar en los demás debido al miedo injustificado a que la información se utilice maliciosamente en su contra.

4. Lectura encubierta de significados denigrantes o amenazadores en comentarios o actos sin malicia.

5. Rencor persistente (es decir, no olvida los insultos, injurias o desaires).

6. Percepción de ataque a su carácter o reputación que no es apreciable por los demás y disposición a reaccionar rápidamente con enfado o a contraatacar.

7. Sospecha recurrente, sin justificación, respecto a la fidelidad del cónyuge o la pareja.

Por otro lado, los tipos de delirios que pueden ocurrir suelen darse con más frecuencia circunscritos a las siguientes categorías:

Erotomaníaco: la persona está convencida de que otra persona está enamorada de ella.

De grandeza: convicción irrenunciable de tener cierto talento o conocimientos o de haber hecho algún descubrimiento importante.

Celotípico: la persona está convencida de que su pareja le es infiel.

Persecutorio: la persona cree que están conspirando en su contra, que la están engañando, espiando, siguiendo, drogando o envenenando.

Somático: se sienten sensaciones corporales atípicas y extrañas.

Mixto: no predomina ningún tipo de los delirios anteriores.

Debemos tener en cuenta que en psicología clínica cualquier trastorno puede darse dentro de un continuo.

Trastorno delirante de la personalidad

Como un termómetro, que es un medidor de extremos. En un extremo mide la temperatura baja y en el otro la alta, y entre medias todas las medidas posibles.  De la misma manera, un trastorno puede darse poco o mucho. En su versión absoluta, la persona vive convencida de una realidad que no existe: alguien le persigue o espía, alguien le está traicionando, se siente significativamente diferente y especial con respeto al resto, cree que conoce una verdad que nadie más conoce, alguien le está engañando, etc. A esto le llamamos un delirio: una realidad que materialmente podría darse, pero que a todas luces no se está dando. 

Pero también existe la versión más cotidiana: las ideas delirantes. No es la realidad al completo la que funciona en torno a un delirio. Son pequeñas ideas, pequeñas convicciones basadas en interpretaciones perversas y torticeras sobre las cosas que hacen, piensan y sienten los demás.

Así, una persona puede estar convencida de que por tal o cual comportamiento su pareja, amigo, padre, hermana… le generó o le está generando sufrimiento. Sin embargo, un observador externo observa que aquellos comportamientos, si bien seguramente sean objeto de mejora, se podrían interpretar también de otra manera más benigna, con cierta altura de miras, entendiendo que tal vez no fueron para tanto. Dicho de otro modo: bien visto y en circunstancias normales, seguramente aquello no sea algo tan malicioso como para no poder ser superado, trascendido. Pero si la persona está convencida de la abyección absoluta del acto o del trato recurrente hacia ella, lo va a interpretar con tal magnitud que le será imposible reconciliarse con eso, fabricando así a una persona (o una realidad) vil y pendenciera, despreciable, un enemigo sobre quien volcar toda su carga de dolor.

Trastorno delirante de la personalidad

Los procesos psicológicos que pueden llevar a la mente a instalarse en este tipo de procesamiento de la realidad, pueden ser múltiples: maltrato o abuso infantil, una historia de intenso dolor psicológico, sentimiento histórico de atropello emocional, inhabilidad para poner límites o defenderse, una visión excesivamente egoica de la realidad…

Así, situaciones de mucho dolor generan partes de nuestro ser que, una vez deciden que ya está bien, que se acabó el atropello, se comportan de manera desproporcionada. De esa manera, el dolor no se configura en una defensa sana, la cual nos asiste en momentos puntuales de una manera razonable, comedida, estable, equilibrada y adulta. Es una defensa que por sobresaturación aparece con toda la carga de lo no resuelto, en situaciones que lo merecen y frecuentemente también en las que no, haciendo que la persona pueda incurrir en pensamientos, emociones y conductas desproporcionadas a la realidad que debe abordar, transformándolas así en movimientos ilegítimos hacia el otro y dolorosos para ella: ansiedad, adicciones, conductas autolesivas, agresividad, impulsividad, desbordamiento, obsesiones, paranoia…

Una defensa de este tipo se comporta más como un interruptor (encendido o apagado), que una rueda de modulación de volumen. Cuando viene, lo hace con todo lo que tiene, independientemente de si lo que está sucediendo es de un nivel inferior. Dicho de otro modo: esas partes matan moscas a cañonazos porque no han aprendido a defenderse de manera coherente y porque actúan desde la sobresaturación.

Por eso es importante entender que a veces la mente hace un razonamiento emocional (luego irracional) de los acontecimientos. Por lo tanto, antes de llegar hasta aquí, siempre debemos calibrar con otras realidades, otros puntos de vista, lo que nos está pasando para medirlo. Si lo que estamos sintiendo es proporcionado a lo que sucede o una parte defensiva se está pasando de la raya, debido probablemente al dolor contenido. Pero todo esto, como usted ya habrá intuido, suele ser objeto de terapia por su extrema complejidad.

Y es que, como decía el psicólogo cognitivo Aaron Beck: lo que nos hace sufrir no son las cosas que nos pasan, sino la interpretación que hacemos de las cosas que nos pasan.

Alfonso García-Donas

Psicólogo

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