Mamá llorona

Adultos, Apego, Autoestima, Baja autoestima infantil, Conductas inadaptadas, Familia, Maternidad / 20.10.2023

El chantaje emocional inconsciente

En otro artículo hablábamos de un cliché social del papá gruñón. Ese modelo de paternidad iracunda, de carácter explosivo-intermitente, que se enfada de manera impredecible por trivialidades y cuyas respuestas suelen ser desproporcionadamente airadas. Aquí hablaremos de otro cliché contrapuesto: mamá llorona.

“Es muy bueno, pero tiene un pronto…” Comentábamos que ese estilo de paternidad podía repercutir de manera negativa en la evolución del/a hijo/a. Puede generar una personalidad basada en la indefensión, inhibida e insegura, con escasa capacidad para defenderse de ataques o abusos externos. O todo lo contrario, imitando por aprendizaje vicario el modelo del padre, generando una persona adulta incapaz de gestionar la ira, con escasa tolerancia a la frustración, tal vez soberbia y un tanto narcisista. Porque ya se sabe: a veces al fuego se combate con fuego.    

Pues bien, en este nuevo artículo hablaremos de otro perfil generalizado, esta vez basado en una feminidad apocada, pero no por ello con menor capacidad dañina para la evolución de la personalidad del/a hijo/a. Hablamos de la mamá llorona.

Mamá llorona es sólo un cliché, una manera de explicar un estilo de maternidad basado en la culpabilidad y cierta falta de habilidades para la crianza
Mamá llorona es sólo un cliché, una manera de explicar un estilo de maternidad basado en la culpabilidad y cierta falta de habilidades para la crianza.

Como apuntamos en otros artículos, es menester señalar que cuando hablamos de estos perfiles, no estamos pretendiendo sojuzgar a nadie. Se asume así que, en términos generales, cada padre y madre ejerce como mejor puede. Por lo tanto, todo lo comentado tendrá un cariz absolutamente descriptivo, nunca peyorativo ni menospreciativo. Así mismo, asumimos que estos son estereotipos muy concretos, por lo que un/a lector/a puede no ver reflejado en ellos el estilo de paternidad/maternidad ejercido por sus padres. Entendemos que toda persona es una mezcolanza de matices que por obviedad no pueden ser tenidos en cuenta en su totalidad en estas escuetas líneas. No se habla, pues, de una persona en concreto, sino de un patrón.

Dicho lo cual, encontramos el cliché de mamá llorona en esa persona de carácter sufriente, con tendencia a un temperamento sumiso, inhábil en poner límites, defenderse de críticas, etc. Suele adherirse a un rol victimista (por sentirse frecuentemente culpable) cuando es confrontada con la crítica. Como conducta de sobrecompensación, tal vez tienda a controlar, monitorizar o sobreproteger en exceso.

Si en papá gruñón encontramos respuestas desproporcionadas en torno a la expresión de la ira, aquí las tenemos en torno a la tristeza

En los primeros años de vida del/a hijo/a, son mamás a las que el estrés propio de la crianza tiende a desbordarlas emocionalmente, creando una situación de angustia e incluso pudiendo llegar a sufrir depresión posparto. Durante el crecimiento del/a hijo/a, pueden llegar incluso a culpabilizarle de su malestar. Así mismo, no poseen una personalidad suficientemente segura como para asumir madura y asertivamente una crítica o malestar que su hijo/a adulto pueda tener para/con ella.

Es así como ante una crítica, discusión, etc., se acogen al llanto como forma de salir del atolladero, culpabilizándose de manera exagerada sobre su mala praxis como madre. Entonces surge la manida frase de “a mi madre no se le puede decir nada porque enseguida se echa a llorar”. La misma que podríamos aplicar al cliché de papá gruñón: “a mi padre no se le puede decir nada porque enseguida se enfada”. En este contexto, echarse a llorar es más una frase hecha que una acción literal, aunque también esto último.

La tristeza es una emoción básica que lidera un cajón mucho más amplio, configurado por las emociones secundarias
La tristeza es una emoción básica que lidera un cajón mucho más amplio, configurado por las emociones secundarias

Con relación a ello, téngase en cuenta que las emociones básicas (ira, tristeza, miedo, asco, sorpresa y alegría) sólo lideran cajones emocionales mucho más amplios. En el grupo de la tristeza, entre otras, encontramos: desánimo, culpabilidad, desamparo, resignación, decepción, pesimismo… Emociones que frecuentemente desembocan en actitudes desmedidas, tales como: falsa aquiescencia, híper-complacencia, victimismo, aislamiento, distancia emocional, apocamiento, sumisión…

Así, debemos entender aquellas actitudes como conformadoras de un mecanismo de defensa. Igual que la ira sirve para zanjar un asunto tajantemente, sirviéndose del abrumamiento del/a otro/a como forma de posicionarse ante un conflicto; la tristeza genera algo parecido, pero por debajo. Dicho de otro modo, cuando vemos a una persona triste, tendemos a activar nuestra compasión, generando así un beneficio secundario para esa persona. Lo llamamos secundario porque es inconsciente. No obstante, aunque sea muy útil como mecanismo de defensa, es completamente inútil para resolver un escollo madura, asertiva y responsablemente. No es una herramienta madura ni equilibrada usar la tristeza para victimizarse. Además, el/a hijo/a que recibe esa actitud puede sentirse culpable sin razón e incluso víctima de la manipulación emocional. Ambas circunstancias tienen la capacidad de generar alejamiento.

Diferentes son las lágrimas que pueden brotar cuando una persona se siente abrumada en una discusión acalorada. Este segundo tipo de lágrimas no son de victimismo, sino de coraje, de frustración, y sirven para seguir peleando lo que consideramos legítimo. Paradójicamente, sirven a modo de descompresión en el “fragor de la batalla” para poder mantenernos inhiestos/as.

En resumen, mamá llorona llora por victimismo, para de forma inconsciente hacer sentir culpable al hijo/a y de esa manera lograr su compasión o su asenso. Así, dada esta actitud de forma generalizada, puede tener en la personalidad del/la hijo/a las siguientes consecuencias:

-Desarrollar intolerancia y falta de empatía ante la tristeza o el malestar de otras personas.

-Ser una persona restrictiva con la propia tristeza (cuya expresión en circunstancias legítimas es muy saludable), por juzgarla como una ñoñería.

-Apego evitativo, incluso reactivo (de rechazo), para/con la madre, por sentir la imposibilidad de expresarse con ella de forma adulta.

-Inversión de roles, obligando al/a hijo/a a mostrar más madurez que su ascendente.

-Culpabilidad excesiva a la hora de poner límites o expresar una incomodidad de manera asertiva, pudiendo llegar a ser permisivo/a con situaciones abusivas.  

Empatizando con la persona que tiende a cumplir con este cliché, frecuentemente encontramos una historia de niñez cuyas quejas no tuvieron cabida en su contexto familiar; tal vez su expresión emocional fue invalidada sistemáticamente, o excesivamente criticada y/o reprendida. Dicho de otro modo: una niña a la que nunca dejaron expresarse, una niña “no vista, no mirada”. Es así como desarrollamos esta defensa, a través de la cual buscamos la mirada y la compasión del mundo, aquella que no tuvimos cuando éramos niños.

Detrás de una persona victimista, suele haber una herida de la infancia basada en la invalidación o en que no ha recibido miradas de afecto.
Detrás de una persona victimista, suele haber una herida de la infancia basada en la invalidación o en que no ha recibido miradas de afecto

Siendo así, si tienes un poco de mamá llorona, entiende que es legítimo recibir (igual que ofrecer) quejas y/o críticas, siempre que se hagan de forma asertiva (respetuosa) y que éstas no son un ataque personal. Esfuérzate por recibirlas de manera asertiva y, en el caso de que las consideres ilegítimas, devolverlas o confrontarlas. Así mismo, date permiso para ofrecerlas de forma templada, asertiva y madura. Es sano hablar sobre lo que no nos sienta bien o nos hace daño. Además, trabaja por adquirir responsabilidad emocional, o lo que es lo mismo, hacerte cargo de tus propias emociones y conductas.

Por tu parte, si eres un/a hijo/a con una mamá llorona, ten paciencia y empatía. Muéstrate especialmente respetuoso/a cuando necesites expresarle una queja o crítica a tu madre. Intenta reprimir tu ira cuando no pueda evitar “llorar” y explícale que no le dices esto o aquello para hacerle sentir mal, sino para mejorar vuestra relación. Asume que su carácter es así, mentalízate de ello y relaciónate con ella asumiéndolo.

Debemos entender que todas las personas somos un poco víctimas de la educación recibida, de las heridas de la infancia y de los varapalos de la vida

El mundo es un lugar hostil y llevamos incontables generaciones arrastrando errores en el trato para/con los demás. Algunos mayores, otros menores, pero todos sin excepción tienen consecuencias psicológicas que la mayor parte de las veces pasan desapercibidas. Y este cliché del que hemos hablado sólo es una de ellas.

Por último, nunca olvides: es mejor una mamá llorona que no tener mamá. Además, seguro que tiene otras muchas cosas buenas, siendo una madre muy funcional en otros muchos sentidos. Hacer una enmienda a la totalidad no suele ser razonable ni justo. Por lo tanto, no permitas que las heridas no sanadas de tu mamá (así como las tuyas), y sus conductas adheridas, te alejen de quien, por lo demás, te ama por encima de cualquier cosa. 

Alfonso García-Donas

Psicólogo

Déjanos tu comentario

Categorías

Cerrar
Terapia Online
Online Therapy

We can communicate with you in english

How would it be done?