El apego seguro es la base para criar hijos felices y resilientes, capaces de afrontar un mundo que no siempre es fácil
En psicología sabemos que el apego entre seres humanos es fundamental para nuestra salud mental. Gracias a algunas investigaciones de importante relevancia, sabemos que el vínculo que se forja entre la mamá y el bebé en los primeros años de vida, no sólo es importante, sino que será determinante para la futura consolidación de la personalidad adulta.
Esto lo sabemos gracias a los estudios realizados por el psicólogo John Bowlby durante la primera mitad del siglo XX, quien desarrolló la teoría del apego, según la cual el mayor vínculo afectivo que un ser humano vive durante toda su vida (y el más determinante) es el que se establece con su madre durante su etapa de lactante. Bowlby añade que esta vinculación NO se llega a consolidar si el intercambio de gestos afectuosos y contacto físico se da después de los dos años de vida, y no antes.
Así mismo, el autor afirmaba que la privación del vínculo materno durante los dos primeros años de vida hace que las personas en etapas posteriores manifiesten un desapego emocional hacia las otras personas, así como una falta de empatía. Lo que se explica, según el Bowlby, por la privación de la conexión emocional con la mamá en la etapa en la que estamos programados, predispuestos y abiertos en canal hacia este tipo de aprendizaje: el emocional.
Gracias a diversos estudios con huérfanos de guerra, Bowlby pudo determinar que cuando los niños son privados del cariño de sus madres durante la primera infancia, pueden desarrollar problemas de comportamiento y relación con otras personas
Por su parte, el psicólogo Harry Harlow llegó a cabo en los años 60 un experimento con monos que puso de manifiesto la teoría que ya venía desarrollando años atrás Bowlby. Harlow introdujo a unas crías de monos en una jaula. Dentro de dicha jaula había dos estructuras de alambre: una tenía un biberón del que los monitos podían alimentarse y la otra no, pero esta segunda estaba cubierta de un tejido que simulaba la calidez y suavidad de una mamá de verdad.
En contra de lo que sugería la teoría del “amor condicional” -según la cual las crías establecen un fuerte vínculo afectivo con sus madres sólo por el alimento que éstas les proporcionan-, los monitos elegían pasar más tiempo con la estructura de alambre que simulaba el tacto de sus mamás, pero que no tenía biberón. Cuando eran sometidos a situaciones de estrés o sentían miedo, se abrazaban a ellas durante mucho tiempo seguido. Es más, pasaban casi todo el tiempo enganchados a la mamá de tela, y sólo la soltaban para alimentarse lo justo y volver a abrazarse al calor de la otra mamá.
Pero el experimento fue más allá. En una segunda fase Harlow quiso ver cómo afectaba el aislamiento social durante los primeros meses de vida, en la personalidad adulta. Así, las crías hembra que habían sido sometidas a dicho aislamiento, de adultas demostraron un déficit muy fuerte a la hora de relacionarse con sus iguales, mostraban comportamientos agresivos y se negaban a procrear. Cuando se les fecundó obligatoriamente y tuvieron a sus crías, mostraban comportamientos muy negligente hacia ellas, maltratándolas, incluso mutilándolas en algunos casos y llegando hasta matarlas. Otros monos que también habían sido sometidos a aislamiento social durante su primera infancia mostraban comportamientos antisociales, catatónicos (parálisis ante la estimulación ambiental) e incluso se negaban a alimentarse hasta el punto de morir.
Harlow demostró con sus experimentos que las crías de mono preferían el contacto físico mucho más que el alimento. Llegaban a pasar hasta 22 horas al día pegados a su mamá artificial
Todo esto nos lleva a pensar que la necesidad de vinculación afectiva no sólo es necesaria sino determinante para una salud mental adecuada. En concreto, la vinculación que se establece entre una madre y su cría es lo más determinante durante los dos prim
eros años de vida.
Aunque la sociedad está en constante evolución y ni mucho menos somos animales sencillos, la evolución es la evolución. Y parece que estamos igual de programados que los monitos del experimento de Harlow: como seres humanos, necesitamos el amor y los gestos de cariños por encima de cualquier cosa para establecer unos cimientos psicológicos sanos.
Aquí vemos a uno de los monitos alimentándose sin soltarse de su mamá de trapo, tal era su necesidad de sentir el contacto físico
Así, te dejamos algunos consejos para cultivar un apego sano y una vinculación afectiva fuerte con tus hijos:
Los gestos de cariño durante la primera infancia son fundamentales para generar un apego seguro y una futura personalidad fuerte
Al final se trata de no contaminar a los más pequeños con nuestras historias de adultos, sino de dejarnos contaminar nosotros por esa necesidad que tienen de forma innata, de pasar todo el tiempo que puedan abrazados a su mamá (su papá) aunque estos sean una simulación de tela.
Por tanto, no dejes que tu hijo al buscarte encuentre un «suplente de tela» y estarás haciendo todo lo que puedes hacer para que la estructura de su mente sea todo lo fuerte y sana que puede llegar a ser.
Psicólogo
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